Tanto que causaintriga. Muchos la tildan de “rara”. Trabajó en el mismo lugar por 14años. Y a pesar del tiempo, no se le conoció una amistad, mucho menos unarelación. Almorzaba sola, y no permitía que nadie rompiera su hermetismo.
El mes pasado la despidieron. Su trabajo, por cierto,intachable, no fue lo suficiente importante para la gerencia. Se basaronen su apatía. Si bien es cierto que Elena no permitía ningún acceso oentrada en su vida, también hay que reconocer que era una empleada excelente.
Pero como todo en la vida cae por su propio peso, ymuchas veces nos sorprende con sus enseñanzas, alguien muy cercana a Elenarompió el silencio. Y gracias a esa persona, los responsables de su despedidasintieron el peso de la injusticia sobres sus hombros.
Once años atrás, era una joven llena de ilusiones ysueños. Jefa de un departamento, un título universitario, un salarioenvidiable y la sonrisa en su cara era el complemento que jamás faltaba. Seenamoró, confió y perdió. Su mejor amiga, aquella a la que contrató,entrenó y apoyó, no solo la acusó de ser participe en un asunto turbio, tambiénse acostaba con su marido en su propia casa. Cumplió 6 meses de injustacondena. Perdió su matrimonio, su amiga, su todo. Al salir, su madre laesperaba con su pequeño en brazos, para juntas irse a otro país. Pararematar, su hijo Mateo, padece de una condición médica y necesita atencionesespeciales.
Hoy, la calladaElena, está vendiendo flores en una esquina de Miami. La encontré, la vi,y por primera vez la miré sonreír. Me di cuenta de que ha encontrado sulugar. Al despedirla le hicieron un favor. Elena ya no tiene quelidiar con personas tóxicas. No tiene que dar explicaciones, está liberada. Ahora comparte más con Mateo, domina su tiempo, y no está expuesta aldaño de terceros.
La sociedad juzga sin saber, critica sin conocer,compara sin argumentos. Al final, todos somos canguros, y llevamosnuestra bolsa llena de historias. El silencio se respeta. Noestamos obligados a caerle bien a todos, mucho menos a determinar el futuro dealguien. ¡Vive y deja vivir!